El carnaval de Yarini: cuando La Habana bailó con el diablo

Yarini, conocido como el más famoso proxenetas cubanos.

Alberto Yarini Ponce de León (1882-1910), famoso en el barrio habanero de San Isidro, Habana Vieja, llegó a convertirse en el proxeneta -chulo- más famoso de su época, e incluso, se considera un hito en la actualidad.


 

El joven, de belleza extraordinaria según afirman investigaciones de la época, fue el último de tres hermanos, cursó estudios en el colegio habanero San Melitón y prosiguió su educación en Estados Unidos de donde regresó a los 19 años para convertirse de inmediato en un clásico representante de la juventud del momento.


 

Yarini poseía un porte natural incrementado por su dandismo. Siempre bien rasurado, peinado, de hablar pausado y con un refinamiento que le venía desde la cuna. Era educado y siempre se mostró cortés con las damas cuando se encontraba en el mundo social, político y familiar.


 

Yarini, protagonista de dos vidas


 

El joven mantenía en su domicilio de Paula entre 3 y 7 mujeres que trabajaban para mantenerlo, y se liaba a puños y balazos con lo peor de las alcantarillas, con el mismo entusiasmo que al bailar en los peores salones de La Habana, según relata un reporte de Radio Habana Cuba.


 

Y también, por si fuera poco, tenía otra vida que incluía desayunar cada día en la casa de sus padres, reunirse con los correligionarios de su partido y asistir a las noches de ópera, y otros centros de élite.


 

Los apaches, como llamaban los cubanos a las pandillas de chulos franceses de San Isidro, estaban capitaneadas por el parisino Luis Letot, de temperamento no tan violento; tal cual y como se comportó con Yarini cuando le robó la joya más valiosa de su último cargamento de prostitutas desembarcado en La Habana, la pequeña Berthe, una rubia de 21 años.


 

Yarini en persona anunció a Letot su relación con Berthe y el francés se encogió de hombros. Por si fuera poco, fue el protagonista de una serie de provocaciones y en una de esas, el francés le respondió: “Yo me voy a morir una sola vez”, frase que decretó la tragedia de la cual ambos fueron protagonistas.


 

Días después, los dos capos caían abatidos a balazos en una embestida que nunca ha sido del todo aclarada: Letot con revólver en mano disparando a Yarini a quemarropa en plena calle y sus compinches armados tirando desde las azoteas mientras el cubano que supuestamente no alcanzó a disparar el suyo, seguido de un tal Pepe Basterrechea que, de un solo tiro en medio de la frente, mató a Letot.


 

El cable suelto en la historia siempre será José Besterrechea, de quien se conoce poco pero sí lo suficiente como para saber que era amigo inseparable del “Rey de San Isidro”.


 

Poco antes de morir en el Hospital de Emergencias, Yarini escribió una nota donde se culpaba de haber disparado al francés, exonerando así a su fiel amigo Pepito.


 

Según datos, alrededor de 10 mil personas asistieron al entierro del Rey de San Isidro el 24 de noviembre de 1910.


 

Yarini no fue un político, ni un artista, ni un militar, sino el más famoso proxeneta de Cuba, el rey de los chulos, que incluso hasta el día de hoy, su tumba en el Cementerio de Colón, continúa recibiendo flores frescas a menudo.


 

En el 2008, el filme cubano dirigido por el realizador Ernesto Daranas, se inspiró en gran medida en este auténtico personaje de La Habana.


 

(Foto de portada tomada de BookToCuba).


 

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